Arquitectura y Diseño

Arquitectura y Diseño
Cultura Arquitectónica

7 jun 2011

Casas Patio en Matosinhos

Ubicación: Matosinhos, Portugal.
Arquitecto: Eduardo Soto de Moura
Obra: Casas Patio
Año: 1993



Eduardo Souto de Moura realiza un complejo de casas bajas, que se integran con discreción en el diseño del paisaje, tejiendo relaciones menudas y complejas con un lugar en el que conviven diversos mundos y diversos tiempos: el lento silencio y los árboles seculares del jardín de la villa de Ribeirinho, que conserva en el nombre la memoria de una orografía transformada a lo largo del tiempo por el crecimiento de lo edificado, los jirones del viejo tejido con sus calibres menudos de lo construido y de los espacios, el puerto de Leixões, el ruido incesante de los largos embarcaderos que se encuentran enfrente, entrando a diseñar el paisaje y las prostitutas más abajo, en la calle.



En la parte baja del jardín de la villa ' una amplia terraza llana, en otro tiempo con huertos, asomada hacia el puerto y protegida por las amplias espaldas del alto muro de piedra del jardín ' se dibujan nuevos solares estrechos y largos, mientras que un décimo solar triangular resulta recortado por el sedimento de una nueva calle prevista por el plan municipal.

El descarte a lo largo de los jardines permite reducir el calibre del espacio público y mantener la continuidad del viejo trazado, del que se repiten, con la ampliación de sus fotografías, los muros de piedra colocados en seco y reforzados con pequeñas esquirlas en las junturas.


Las casas bajas, de una sola planta, se extienden aquí conservando la presencia del elemento natural, no tanto por los raros árboles que se entrevén desde los patios interiores, cuánto por el absoluto silencio compositivo, pausa temporal que convierte en presente el sentido sagrado y perenne de las cosas de la naturaleza.


El juntarse en la calle de los garajes y la presencia de un patio de entrada con un hueco de servicio aseguran al cuerpo real de la casa una distancia desde el espacio exterior que es funcional a la disminución de velocidad del tiempo físicamente perceptible en la vivienda.


Esta pausa hace superfluo un diseño elocuente del tema de la entrada, que está constituido simplemente por franjas continuas de chapa blanca, cándido toldo en el que estrechas puertas de acceso al primer patio y a los portalones corredizos de los garajes se encuentran sencillamente recortadas, blanco sobre blanco.

Y el ciclo de las horas, de los días, de las estaciones tejen su cuento en este lugar, el tiempo cronológico y atmosférico: la variación de la luz y de los colores, del nevoeiro - la neblina que viene del atlántico - a la luz deslumbrante del sur. Este hermético diafragma externo deja apenas intuir la riqueza y la complejidad de los espacios de la casa.

De hecho, al simple diseño, largos muros paralelos sobre que se apoyan franjas continuas de cubierta, corresponde una articulación de los interiores que logra realizar una ósmosis entre los ambientes abiertos y cerrados: los tabiques vidriados permiten mirar de soslayo los ambientes y tener una continuidad visual entre las partes, mientras que las proyecturas de la cubierta median los pasos entre el interior y el exterior.

También la progresión en el calibre de los espacios participa de esta continuidad, en el paso de los entornos más pequeños de las habitaciones al amplio cuarto de estar que se extiende en el jardín.
Si en las parcelas primitivas más cortas la medida del jardín permite leer el espacio como patio dilatado, en las parcelas largas la unidad compositiva es recobrada mediante un cuerpo de cierre con pequeños entornos de servicio tras la piscina.

La única excepción a este espacio horizontal y homogéneo es el pequeño hueco que distribuye las habitaciones y sus servicios, lugar elemental y laberíntico, cubo iluminado desde lo alto y cortado en dos partes por una faja de madera que "esconde" las puertas de las habitaciones, consiguiendo un total sentido de extrañamiento.

Esto restituye el trabajo a una dimensión poética que es fruto de un trabajo obsesivo y amoroso, en el que el dibujo del detalle sirve más a menudo para hacer desaparecer mas que para mostrar o para mostrarse.

El proceso de abstracción que hace de algún modo "perder imagen" a puertas y a ventanas, a techos y vierteaguas, anula el sentido narrativo de la composición, hace callar, para dejar hablar a la presencia de ese "estar en si" de las cosas.

De este modo también el cerrado control geométrico, tan evidente en los diseños del proyecto, se convierte en lo construido en una trama invisible que sostiene la articulación de los espacios: una vez pasado el umbral de entrada todo es absorbido en el sentido interior de la casa.

La luz, modulada entre los patios y los tragaluces que dibujan la cubierta, es una calidad que radica en un sentido profundo de identidad del lugar, podríamos decir tanto geográfica como existencial. Esto permite un salto del tiempo cronológico a un tiempo inferior.

La casa está presente, visible sobre cada lado, pero el muro exterior, una cortina continua de piedra, acompaña al viejo trazado sin dar cuenta de lo que ocurre en su interior.

En la puerta de entrada se encuentran una luz y un árbol, plantado en el medio en la parte superior de la escalera, como en las empinadas graderías de Lisboa.
Dentro pocos elementos, en los que las medidas y la absoluta esencialidad del lenguaje fuerzan la geometría euclidiana.

El espacio se multiplica: el tabique que encierra el disimulado entorno trapezoidal de la piscina guarda otro jardín oculto, en el que un círculo de encinas da la dimensión de un lugar esotérico.

Y aquí, en un cruce entre mundos, donde alguien podría encontrar el ala del ángel que en el "Sueño" de Michelucci, da forma a la felicidad, del habitar.





Texto:

Francesca De Vita

Fotografias:

Revista 2G - Eduardo Soto de Moura